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Carlos Iglesias

Llevo varios días intentando crear un nuevo post, últimamente me faltan horas en el día para cerrar todos los frentes que insensatamente voy abriendo, pero hoy parece que la jornada me da un respiro y tengo la tranquilidad suficiente para hacerlo. Un poco de bossa, y me pongo a ello.
He quedado con Carlos en la plaza de la Moraleja, ya que es un lugar que los dos conocemos y cercano a donde vamos a comer para conocernos antes de la sesión fotográfica. Llego yo primero, hace calor dentro del coche, por lo que decido salir y aprovechar una suave brisa que corre, mientras espero y vigilo los coches que van llegando. Suena el teléfono, veo que es él. -Ya estoy aquí, Pepe, me dice. Rápidamente echo un vistazo a la plaza, intentando identificarle en el interior de alguno de los coches que hay allí parados, pero no lo consigo. -Yo también estoy, le contesto, pero no te veo. En ese momento cambia el tono, y bromeando con el registro de voz de su popular personaje «Benito» contesta, mira pátrás maaacho. En efecto, me ha reconocido y allí está haciéndome señas desde dentro.
Una señora pita algo enfadada porque le bloqueamos el paso mientras nos saludamos. Decidimos que yo iré delante haciendo de guía con mi coche ya que «me conozco perfectamente el camino, que está a solo 10 minutos»
Rápidamente nos ponemos en marcha, arrancamos, me pierdo, quedo fatal, y veinte minutos después llegamos al restaurante.
En la mesa desde el principio prima la cordialidad y, el buen rollo. Hablamos de mi sentido de la orientación, de comida, de amigos, de la familia, de fotografia, y como no, de su nueva película, «Dos francos, cuarenta pesetas» y lo dificil que es dedicarse a este mundo en estos días. Me parece una persona ante todo sincera y muy, muy cercana. A eso hay que sacarle partido… fotográfico. Cipri se acerca casi al final de la comida, y nos saluda, para rápidamente desaparecer en sus labores de director del local.
Estamos ya en ese momento en que o empezamos a trabajar o nos vamos a echar la siesta. Decidimos que lo primero es lo mas sensato, o no, pero nos ponemos a ello.
Tengo ahora a Carlos frente a mi cámara, fondo blanco y luz suavemente contrastada. Quiero que por un momento se olvide del actor, del director, hasta del fotógrafo y la cámara, y mire al objetivo traspasandolo con esa sinceridad con la que me ha tenido casi tres horas retenido a la mesa.
Si, así, con esa… Click!