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Carlos Herrera

Solo con nombrar su apellido, Herrera, uno ya parece escuchar la mas conocida, reconocida, amada y por ende tambien por algunos odiada, voz radiofónica de este país. Sin pelos en la lengua pero respetuoso y con verbo y gracia, desde hace años entretiene a fósforos y odiadores, afrontando durante las primeras horas de cada día los asuntos mas variopintos del panorama nacional e internacional.
Hemos quedado en un estudio de Madrid una calurosa tarde de junio, no ha sido posible concertar la cita con el tiempo antes de la sesión que a mi me gustaría, pero aun así estoy seguro de que el resultado de la misma será mas que satisfactorio. Tampoco tengo claro aún el tiempo del que vamos a disponer para trabajar, y lo entiendo, porque su agenda diaria y horarios no tienen mucho que ver con lo que la mayoría de nosotros tenemos por costumbre y obligación. Es algo mas complicada . Así pues prefiero tener todo mas o menos listo para cuando llegue, por si el tiempo apremiara poder al menos sacar adelante la sesión sin agobios.
Para el montaje decido a priori usar una luz principal, una de contra y tambien un reflector, para rebajar y contrastar a mi gusto, por supuesto luego lo afinaré todo cuando luego le tenga delante. Estoy precisamente en estas lides, moviendo y midiendo luz, cuando alguien abre la puerta y me avisa, Pepe, tienes ya aquí a Carlos. -Genial!
Lo primero que pregunto tras el saludo es precisamente el tiempo de que disponemos.
-No hay problema Pepe, haz lo que tengas que hacer, me dice.
En vista del regalo y para no liarnos directamente con la sesión, cosa que no me gusta nada, me permito regalarle y hojear con juntos uno de mis libros, un trabajo sobre el Corpus Christi toledano, que sabiendo su enorme afición a las procesiones, me apetece forme parte de su biblioteca. Esto da pié a empezar una conversación que  nos sirve de transición y reconocimiento del terreno tanto para mi, como supongo para él. En este tiempo previo tambien le adelanto como y lo fácil que va a ser esta sesión, y que lo que me gusta de un retrato es la verdad que cuenta el rostro de cada persona, y por que no, los años que hay invertidos en el. Lo entiende perfectamente, y según sus palabras, es por eso que está hoy aquí, aunque no puede evitar preguntarme:
-Y para esto cuantas fotos haces, Pepe? Harás chiquicientasmil
-Pues no, Carlos, no hago tantas ahora lo verás
Ahora si, disparo mi Hassel mientras Carlos posa mirando a cámara con soltura. Le estoy fotografiando si, pero no se por que tengo la sensación de que él tambien me está fotografiando a mi. Unos instantes después saca su teléfono y me dice
-Déjame ahora que te haga alguna yo a ti, de recuerdo.
-Por que no?
Seguimos trabajando, estamos de pié y tras algunos disparos decido acercar una plataforma para proporcionarle un apoyo, al hacerlo las manos entran en el plano cerca del rostro, la mirada es justo la que quiero, directa, pero con cierto aire de picardía… muy del Herrera.
Disparo unas cuantas veces mas y… si, creo que ahora tengo lo que buscaba.

Emilio Gutierrez Caba

Emilio Gutierrez Caba

Emilio, actor con mayúsculas, pertenece a esa saga familiar cuyo apellido, los Gutierrez Caba, tiene un inconfundible sabor a cine y teatro, al que evidentemente no puedo ni debo obviar en mi galería. Bien es cierto que llevo tiempo queriendo hacerlo, fotografiarle, y que son ya varios los intentos fallidos a lo largo de estos últimos meses, casi siempre  por agenda de trabajo, que no por predisposición suya. Desde el primer día en que pude hablar con él, se mostró dispuesto a permitir mi indiscreción, y la de mi cámara. Por fin, encontrado ese momento, he quedado en visitarle hoy por la mañana en su casa, a eso de las once.
Me recibe de modo familiar, invitándome amable y sonriente a pasar y a descansar cuanto antes mi aparatoso equipaje.
-Déjalo donde quieras, Pepe, pasa echa un vistazo y decide donde quieres ubicarte para trabajar.
Estamos en una sala de estar donde lo que predominan son los libros, tanto en las repletas estanterías, como sobre la mesa donde se acumula de manera ordenada entiendo que la lectura presente y futura. Me ve fijarme en ello y aprovecha para recomendarme alguno de los títulos que aguardan turno. En la misma entrada descanso mi equipo a la espera de montarlo, algo que haré luego tranquilamente porque con mi llegada he interrumpido en la preparación de, a juzgar por el aroma, un delicioson té, Me ofrece acompañarle en la degustación, y acepto.
Contigua a la sala hay un pequeño y confortable salón donde nos sentamos frente a la infusión, rodeados de mas libros, y donde acometemos una distendida charla. Me ha dicho que no tiene prisa y eso me viene bien para, por llamarlo de alguna manera, preparar el terreno. Hablamos durante casi una hora entre sorbo y sorbo de un excelente té caliente, del que se confiesa gran amante. Aprovecho entonces para pedirle consejo sobre alguna marca y variedad y me sorprende con una extensa carta de la que se surte comprando por internet. yo anoto mentalmente.
Estoy tan gusto con mi anfitrión que me da un poco de pereza empezar a trabajar, pero ya va siendo hora.
En la sala de estar, apartando un poco la mesa y un par de sillas, para hacer hueco, y aprovechando el paso de la puerta y parte del pasillo, preparo ahora si, el escenario. Minutos después estamos en el ambiente de la luz de los flashes, y puedo empezar a disparar buscando el momento y gesto. Me ocurre lo mismo que antes, estoy muy cómodo y creo que Emilio también. No le he pedido nada especial, solo que sigamos con la charla, y yo iré buscando. Al cabo de unos minutos veo un Emilio muy cercano y sereno, y… ClicK