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Paco Arévalo

Hay artistas, grandes artistas, y luego hay otros, que además de grandes, marcan una época y pasan a formar parte de los clásicos. Algunos imborrables momentos de auténtica carcajada de mi juventud están claramente asociados a algunos de estos artistas, de manera que no puedo olvidarme de los geniales monólogos de Gila, no puedo tampoco olvidar los sketches de Martes y trece o Cruz y Raya, y por supuesto los chistes de Eugenio y el gran Arévalo, todos ellos clásicos ya del humor y casi de la familia en muchos de nuestros hogares. Arévalo ha marcado, para muchos de nosotros, toda una época con sus chistes y ahora con su inseparable compañero de gamberradas escénicas, Bertin Osborne, recorren todos los teatros del circuito español con las mismas ganas de hacernos reír.
Paco es valenciano y allí vive, pero hoy ha tenido el detalle de venir a Madrid, pasar unas horas conmigo para conocernos, y luego someterse a la indiscreta mirada de cámara y objetivo en una sesión fotográfica.
Le recojo en el hotel Wellington, en la madrileña calle de Velazquez, es casi la hora de comer y en Madrid ya empieza a ser hora punta, por lo que avanzamos despacio entre el denso tráfico. Los minutos del trayecto nos sirven de preámbulo, y aprovecho para ir satisfaciendo mi curiosidad con algunas preguntas sobre su vida y avatares. Llegando a nuestro destino y antes de entrar a la oscuridad del parking le pregunto:
-Paco, tu sabes lo que es un selfie? Quiero hacerme uno contigo.
-Sonríe, saca su smartphone y me contesta: Hombre claro! venga, y lo subimos al twitter ahora mismo, el mío es @arevaloOK, me sigues y yo te sigo.
Tras la inesperada contestación, disparo mi primer click de hoy con el móvil, mientras el coche de detrás pita impaciente. Aparcamos, subimos al restaurante y nos sentamos a la mesa
Comemos, charlamos y pasamos un rato estupendo en lo que puedo llamar mi cuartel general, Silk, el restaurante de mi amigo Cipri, haciendo tiempo para que llegue Andrea, mi ayudante, que se suma luego al postre y café.
Es momento, ahora si, de sacar partido fotográfico al tiempo que Paco me ha dedicado. La zona de copas, vacía durante el día, me sirve como siempre de escenario improvisado y tranquilo para la sesión. Una vez montado todo, coloco un taburete donde se sienta Paco, para así terminar yo de ajustar la iluminación: un solo flash y un reflector malabarísticamente colocado, me es suficiente para conseguir el efecto que quiero. Paco se ofrece a dedicarme varias muecas y gestos muy suyos, que me sirven para ir buscando lo que quiero, algo mas sutil, como ese gesto guasón y simpático tan característico que aparece ahora, y… ClicK!!