Antonio del Real

Es evidente que Antonio no necesita ninguna presentación, y por eso no voy a hacerlo. Baste decir que es uno de nuestros grandes del cine, y por nombrar alguna de las muchas obras que rellenan su curriculum, me decido por la mayor producción, la extraordinaria y rigurosa película «La Conjura del Escorial»
Le recojo en Madrid, cerca de su oficina, después de que un despiste mío me haga retrasarme unos minutos (como siempre voy con la cabeza llena de asuntos me despisto bastante). Le cuento por teléfono, y pacientemente espera en la calle a que resuelva el entuerto, poco después llego al sitio correcto.
Lleva unos días fastidiado con dolor de cabeza, y aunque me brindo a retrasar unos días si no se encuentra bien, prefiere que sigamos adelante con nuestros planes. En vista de su predisposición comemos y aprovechamos durante un par de horas para conocernos mejor. Congeniamos de maravilla y eso, fotográficamente, siempre promete.
De vuelta a la productora, llega el momento de la verdad. Voy a ver si soy capaz de plasmar la profundidad que veo en Antonio.
Buscando el mejor sitio, me decido por su despacho, un espacio no demasiado grande pero que nos aísla de los demás y me permite incluso jugar con las paredes blancas y utilizar una como reflector. Necesito retirar una mesa y algunas sillas, pero no hay problema, me dice.
Estamos sentados el uno frente al otro, observo y ajusto la luz, decido ponerle una silla delante para que busque un apoyo y se sienta mas cómodo. Hablamos, pero no demasiado, de su trabajo y de su hija Blanca a la que también debo fotografiar. Estamos bastante concentrados en la sesión. Le pregunto por su molestia. Sigue igual, me contesta, pero no te preocupes. Disparo algunas veces, cuando creo ver una buena toma. Me acerco aún mas, no le importa. A poca distancia puedo desgranar y leer en su rostro parte de la historia de su vida. Él a su vez escudriña mi objetivo de tal manera que al cabo de un rato ya no sé… quién está retratando a quién.
Click!!