Alberto Velasco
Es verdad que hay muchas maneras de hacer un retrato, conozco grandes retratistas y grandes compañeros, que conceptualizan al personaje o cuentan de otra manera lo que ven de la persona a la que tienen que fotografiar, esto es lo bueno de los artistas genuinos, que cada uno interpreta a su manera y sin complejos ni copias.
Pero a mi lo que siempre me ha llamado la atención en el retrato es precisamente la ausencia de todo. Cuanto menos elementos, cuanto menos forzada es la situación, más me gusta el resultado. Creo que la marca personal en la mayor parte de mis retratos, es precisamente la cercanía y el interés por el gesto abstraído de cualquier otro elemento.
La labor de un retratista, pese a lo que algunos puedan pensar, no es nada fácil, hay muchas cosas que debes tener en cuenta, y muchas de las que tenemos que ser conscientes y estar pendientes. Sería largo de contar aquí toda la metodología y pasos que yo empleo durante una sesión, y que a simple vista puede parecer como algo continuo y sin mayor mérito.
No es solo el hecho de tener a alguien dispuesto a posar delante de tu cámara, sino la manera en que quieres que el retratado transmita ese mensaje a los espectadores y como romper la barrera que de manera inconsciente todos ponemos al hecho de que alguien intente, con una instantánea, robarnos un pedacito de nuestro yo más interno.
Estoy con mi amigo Juanjo terminando de prepararlo todo para la sesión cuando me entra una llamada de Alberto.
-Pepe, dónde está el estudio que no lo veo. Estoy por aquí cerca seguro, pero no lo veo.
-No te preocupes Alberto, ya salgo a tu encuentro.
Efectivamente muy cerca, a la vuelta de la esquina nos encontramos, y ya juntos recorremos la corta distancia que nos separa de la puerta de Kanau Foto, donde trabajaremos esta mañana.
Alberto es un artista más que completo, bailarín, actor, coreógrafo y director, y mientras avanzamos conversando, voy pensando en la cantidad de cosas pasarán por su cabeza al cabo del día. La mia desde luego es un no parar.
La sesión empieza casi enseguida, sin dejar en ningún momento la conversación que llevamos manteniendo desde hace unos minutos cuando nos hemos encontrado a escasos metros de la puerta del estudio. Durante los primeros disparos jugamos con algún que otro gesto de interpretación propio de su trabajo como bailarín. Unos planos medios de donde resultan unos retratos también muy minimalistas e interesantes, he de reconocer que trabajar con él no es difícil.
Poco después cuando siento que Alberto está plenamente centrado en la sesión es cuando decido acercarme aún más. Me acerco, disparo y logro recoger un momento de serenidad y una mirada que a mi entender expresa y habla por si misma. Mirando este retrato, como mero espectador, no tanto como autor, siento que realmente Alberto está contando mucho, sin decir una sola palabra.
Cada uno que lo escuche o lo lea como quiera, pero como siempre repito en mis charlas y talleres “Un buen retrato lo es, en el momento que consigue que el espectador observe y se pregunte sobre la persona que tiene enfrente, en ese trozo de papel. Y este creo que lo consigue.